LAS HERIDAS DE LA TIERRA

¿Eres una de esas personas que se quedan mirando a los árboles, que buscan su compañía e incluso les abrazan?… ¿Eres una de esas personas que en la infancia recreaba un mundo mágico en la naturaleza y de adulta encuentra en los árboles grandes confidentes y amigos?…

Entonces, según la psiquiatra Jean Shinoda Bolen, ¡eres “una persona árbol”! lo que además de sonar muy evocador implica responsabilidades para con la Madre Tierra, a la hora de sensibilizar a la sociedad de la urgencia de su preservación.

En busca del bienestar de sus hijos, los padres tendrían que plantearse si habrá un planeta sano para ellos y cómo podemos cuidarlo entre todos. Shinoda Bolen nos hace reflexionar al respecto a través del cuento del árbol generoso, en el que un manzano cuida de un niño en todas las etapas de su vida, permitiéndole jugar con sus ramas en su infancia, talarlas para construirse una casa en su madurez, vender sus frutos para ganar dinero, incluso talarlo para hacerse un barco. Al final de los días de ambos, cuando el árbol es solo un tronco pequeño, le sirve de asiento para que descanse. El árbol lo da todo, mientras que el niño, ya anciano, lo dá por hecho, sin valorarlo. 

En 2007, la BBC nos mostró la belleza y el dolor de Gea mediante el documental: “Tierra: La película de nuestro planeta”. Con más de 200 locaciones en 26 países diferentes, informa de  las diversas especies en peligro de extinción por el calentamiento global, la contaminación y la deforestación ¡Los árboles generosos se lamentan para ser escuchados por quien pueda oírles y sentirles!… ¡Es el llanto de la tierra y de sus hijos!

La urgencia de imponer medidas ecológicas reformadoras y la necesidad de energías renovables es algo que nos suena del telediario.., pero ¿Cómo tomar conciencia de su importancia desde cada persona, desde cada hogar? ¿Cómo empezar a enseñar a nuestros niños la necesidad de preservar la tierra?

Quizás habría que empezar por familiarizarse con la naturaleza para llegar a amarla y entonces así, aprender a cuidarla. Películas comoAvatar”, de James Cameron, estrenada en 2009, han calado hondo en las “personas árbol” que han captado el mensaje de que el espíritu de la vida habita en todos los seres y que hay que cuidarlo y respetarlo como parte de todos.

Como astronauta del Apolo 14, en 1971 Edgar Michell,  tuvo esta misma conexión al pisar la luna. Desde un mundo de ciencia ficción, de regreso a la tierra tuvo una experiencia que definió como éxtasis de unidad ”,  un universo de conciencia del que todos los seres vivos participamos, el mismo mensaje de “Avatar”.

En el libro “Sabia como un árbol”, Jean Shinoda Bolen profundiza en esta reflexión desde una perspectiva de psicoanalista jungiana, haciendo además hincapié en la condición sagrada de muchas especies de árboles, endémicos de lugares y culturas que forman la historia de la tierra.

El Tejo y el roble para los celtas, el espino de Glastonbury (Inglaterra), el olivo para egipcios, griegos y romanos, Yggdrasil, el fresno mágico en la mitología nórdica, el Árbol Bodhi para Siddharta “el Buda”, gingko biloba para los budistas en China, Korea y seguidores de Shinto en Japón, el baobab para los africanos como hogar de los espíritus de sus ancestros,  Asvattha para los hindúes, totara, pouakami y kauri para los maoríes de Nueva Zelanda, la araucaria o pehuén para los chilenos, “el árbol de la ciencia del bien y del mal” de la Biblia, los árboles “Ent” del Señor de los Anillos, huarango en Perú,  secuoya en Norteamerica, ahuehueteen México etc..

Para conectar con los árboles que sean especiales para nosotros, Jean Shinoda Bolen recoge las enseñanzas de una sabia indígena de Nuevo México, Charlie Toledo. En su libro enseña, cómo relajarse y mimetizarse con “nuestro árbol” a través unos ejercicios. La propuesta es hacerlo un par de horas al día durante un par de semanas e integrarlo ya para siempre.

La chamana nos invita a sentarnos apoyando la espalda en un árbol especial para nosotros y esperar a conectar con su fuerza vital a través de la respiración. Entonces, sentir que nos enraizamos con él y respiramos y latimos al unísono, junto a la madre tierra.

Vendría a ser como experimentar el éxtasis de unidad” vivido por el astronauta Edgar Michell o conectar con el árbol sagrado de Avatar y su deidad Eywa, la Madre, como red de vida.

La toma de conciencia de la esencia de la tierra y su vulnerabilidad actual resuena en el corazón del hombre pero se olvida fácilmente. Jean Shinoda Bolen nos enseña y anima a ser activistas ecológicos mediante la metáfora del Bambú chino, a través de la fé, la perseverancia y la paciencia.

Quién siembra el bambú chino sabe que tardará  cinco años en crecer, los cuatro primeros años parece que no nace porque solo desarrolla unas raíces muy profundas, pero al quinto despunta un brote verde y en un solo año crece 12 metros.

¡Plantemos la esperanza y devolvamos a la Tierra su amor, generosidad y entrega! ¡Ese es mi granito de arena como “mujer árbol”!

María Cicuéndez

Leave a comment